sábado, junio 18, 2005

El juego de Ender

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Petra no era Carn Carby; tenía formaciones más flexibles y respondía con mayor rapidez a los ataques vertiginosos, improvisados, impredecibles, de Ender. En consecuencia, al final de la batalla Ender tenía tres chicos congelados y nueve inutilizados. Petra no fue demasiado exquisita al inclinarse ante él al final de la batalla. La rabia de sus ojos parecía decir: ¿Era tu amiga y me humillas de esta forma? Ender fingió no advertir su furia. Pensó que tras unas cuantas batallas más se daría cuenta de que le había infligido más bajas que las que ningún otro comandante le infligiría en el futuro. Y seguía aprendiendo de ella. En las prácticas de hoy enseñaría a sus jefes de batallón a contrarrestar los trucos que Petra les había jugado. Pronto serían amigos otra vez.Esperaba.Al final de la semana, la escuadra Dragón había librado siete batallas en siete días. El resultado era siete victorias y cero derrotas. Ender no había vuelto a tener tantas bajas como en la batalla con la escuadra Fénix, y en dos batallas no tuvo ni un solo soldado congelado o inutilizado. Nadie creía ya que era el primero de la clasificación por chiripa. Había vencido a las escuadras más importantes por un margen inaudito. Los otros comandantes ya no podían ignorarle. Algunos se sentaban con él durante las comidas, intentando enterarse, por el mismo Ender, de cómo había derrotado a sus oponentes más recientes. Lo decía abiertamente, seguro de que muy pocos sabrían adiestrar a sus soldados y a sus jefes de batallón para que remedaran lo que podían hacer los suyos. Y mientras Ender hablaba con algunos comandantes, grupos mucho más numerosos se reunían alrededor de los oponentes que Ender había derrotado, intentando descubrir la forma de vencer a Ender.También había muchos, demasiados, que le odiaban. Le odiaban por ser joven, por ser excelente, por haber hecho que sus victorias parecieran ínfimas y débiles en comparación con las de Ender. Ender lo vio primero en sus rostros cuando se cruzaba con ellos en los corredores; luego comenzó a darse cuenta de que algunos se levantaban en grupo y se iban a otra mesa si se sentaba cerca de ellos en el comedor de los comandantes; y entonces empezaron a aparecer codos que, accidentalmente, le daban empellones en la sala de juegos, pies que se enredaban en los suyos cuando entraba o salía del gimnasio, escupitajos y bolas de papel mojado llegaban por detrás mientras trotaba por los corredores. No le podían ganar en la sala de batalla, y lo sabían; por eso le atacarían donde no había peligro, donde no era un gigante sino sólo un chiquillo. Ender los despreciaba; pero secretamente, tan secretamente que ni siquiera él mismo lo sabía, les tenía miedo. Eran precisamente esos pequeños tormentos lo que Peter había utilizado siempre, y Ender comenzó a sentirse demasiado en casa.Sin embargo, esas molestias eran insignificantes, y Ender se convenció a sí mismo de aceptarlas como otra forma de alabanza. Las otras escuadras ya estaban empezando a imitar a Ender. Ahora, la mayoría de los soldados atacaban con las rodillas dobladas; ahora, las formaciones se estaban rompiendo, y había más comandantes que mandaban a los batallones deslizarse por las paredes. Nadie se había fijado todavía en la organización de cinco batallones de Ender y esto le concedía la pequeña ventaja de que cuando habían contabilizado los movimientos de cuatro unidades, no estaban pendientes de una quinta.Ender estaba enseñándoles todo lo que sabía sobre tácticas en gravedad cero. Pero, ¿dónde lograría Ender aprender cosas nuevas?Comenzó a utilizar la sala de vídeos, repleta de vídeos de propaganda sobre Mazer Rackham y otros grandes comandantes de las fuerzas de la humanidad de la Primera y Segunda Invasión. Ender interrumpía las prácticas generales una hora antes y permitía a los jefes de batallón que dirigieran las prácticas en su ausencia. Normalmente, escenificaban escaramuzas entre batallones. Ender se quedaba lo suficiente para comprobar que las cosas iban bien, y luego se iba a ver las viejas batallas.La mayoría de los vídeos era una pérdida de tiempo. Música heroica, primeros planos de comandantes y de soldados condecorados, instantáneas confusas de marines invadiendo las instalaciones de los insectores. Pero también encontraba algunas secuencias interesantes: naves, como puntos de luz, maniobrando en la oscuridad del espacio, o, todavía mejor, las luces de las pantallas de seguimiento de las naves mostrando la batalla completa. Era difícil apreciar en los vídeos las tres dimensiones, y muchas veces las escenas estaban cortadas y resultaban incoherentes. Pero Ender comenzó a ver lo bien que utilizaban los insectores trayectorias de vuelo aparentemente aleatorias para crear confusión, lo bien que utilizaban señuelos y falsas retiradas para atraer a trampas a las naves de la F.I. Algunas batallas estaban cortadas en muchas escenas, que estaban dispersas en diversos vídeos; viéndolas en secuencia, Ender pudo reconstruir batallas completas. Comenzó a ver cosas que los comentadores oficiales no mencionaban. Siempre intentaban despertar el orgullo por las hazañas humanas y la aversión por los insectores, pero Ender comenzó a preguntarse cómo fue posible que venciera la humanidad. Las naves humanas eran torpes; las flotas respondían a las nuevas circunstancias con una lentitud insoportable, mientras que la flota insectora parecía desenvolverse en perfecta unidad y respondía inmediatamente a cada situación nueva. Naturalmente, en la Primera Invasión las naves humanas eran completamente inadecuadas para el combate rápido, pero también lo eran las naves insectoras; sólo en la Segunda Invasión tuvieron naves y armas vertiginosas y mortíferas.Ender aprendió estrategia de los insectores, y no de los humanos. Sentía vergüenza y miedo de aprender de ellos, puesto que eran los enemigos más terribles, repugnantes, criminales y asquerosos. Pero también eran muy buenos en lo que hacían. Hasta cierto punto. Daba la sensación de que siempre seguían una sola estrategia básica: concentrar el mayor número de naves en el punto clave del conflicto. No hacían nunca nada sorprendente, nada que pusiera al descubierto la genialidad o la estupidez de un oficial subordinado. La disciplina era aparentemente muy férrea.Y había algo raro. Se hablaba mucho de Mazer Rackham, pero en los vídeos se veía poco de la verdadera batalla. Algunas escenas del principio de la batalla, la diminuta fuerza de Rackham, que parecía patética en comparación con el vasto poder de la principal flota insectora. Los insectores ya habían destrozado la mayor parte de la flota humana en el escudo del cometa, aniquilado las primeras naves espaciales y puesto en ridículo las tentativas humanas de alta estrategia; esa película era exhibida frecuentemente, para despertar una y otra ve/ agonía y terror ante la victoria de los insectores. Entonces salía la flota dirigiéndose hacia la pequeña fuerza de Mazer Rackham cerca de Saturno, la desigualdad desesperanzadora, y entonces...Entonces un disparo desde el pequeño crucero de Mazer Rackham, una nave enemiga explotando. Eso era lo único que se podía ver. Muchas películas mostraban marines abriéndose camino por las naves de los insectores. Muchos cuerpos de insectores tendidos por todas partes en el interior. Pero ninguna película de la muerte de insectores en lucha cuerpo a cuerpo, a menos que estuviera tomada de la Primera Invasión. A Ender le frustraba que la victoria de Mazer Rackham estuviera censurada de forma tan obvia. Los estudiantes de la Escuela de Batalla tenían mucho que aprender de Mazer Rackham, y todo lo relativo a su victoria estaba oculto a la vista. La pasión por el secreto no era una gran ayuda para los chicos que tenían que aprender a hacer otra vez lo que había hecho Mazer Rackham.Naturalmente, en cuanto se corrió la voz de que Ender Wiggin estaba viendo los vídeos de guerra una y otra vez, la sala de vídeos comenzó a atraer muchedumbres. Casi todos eran comandantes, que miraban los mismos vídeos que miraba Ender, que fingían que sabían por qué los estaba mirando y qué conclusiones sacaba. Ender nunca explicó nada. Incluso cuando mostró siete escenas de la misma batalla, pero de diferentes vídeos, sólo un chico le preguntó, sin mucha confianza:—¿Son de la misma batalla?Ender se limitó a encogerse de hombros, como si no tuviera importancia.Fue durante la última hora de prácticas del séptimo día, apenas unas horas después de que la escuadra de Ender hubiera ganado su séptima batalla, cuando el mayor Anderson en persona entró en la sala de vídeos. Alargó una nota a uno de los comandantes que estaban sentados, y luego se dirigió a Ender. —El coronel Graff desea verte en su oficina inmediatamente.Ender se levantó y siguió a Anderson por los corredores. Anderson palmeaba las cerraduras que impedían a los estudiantes entrar a los alojamientos de los oficiales; por fin llegaron donde Graff había echado raíces en una silla giratoria empernada al suelo de acero. La tripa se desparramaba por los brazos del sillón, incluso cuando se sentaba derecho. Ender intentó recordar. Graff no le había parecido especialmente gordo la primera vez que le conoció, hacía sólo cuatro años. El tiempo y la tensión no estaban siendo muy amables con el director de la Escuela de Batalla.—Siete días desde tu primera batalla, Ender —dijo Graff.Ender no respondió.—Y has ganado siete batallas, una por día. Ender asintió con la cabeza.—Tus puntuaciones son también extraordinariamente altas. Ender parpadeó.—¿A qué atribuyes tu notable éxito, comandante?—Me dio una escuadra capaz de llevar a cabo todas mis ideas.—¿Y cuáles son esas ideas?—Definimos nuestra orientación de forma que la puerta del enemigo esté abajo y utilizamos las pantorrillas como escudo. Evitamos las formaciones y mantenemos la movilidad. Tener cinco batallones de ocho en vez de cuatro de diez es una ayuda. Además, nuestros enemigos no han tenido tiempo de responder con eficacia a nuestras nuevas técnicas, así que les seguimos derrotando con los mismos trucos. No durará mucho tiempo.—¿De modo que no esperas seguir venciendo?—No con los mismos trucos. Graff asintió con la cabeza.—Siéntate, Ender.Ender y Anderson se sentaron. Graff miró a Anderson y Anderson habló a continuación.—¿En qué condiciones se encuentra tu escuadra, luchando con tanta frecuencia?—Ahora todos son veteranos.—Pero, ¿qué tal está? ¿Están cansados?—Si lo están, no lo admitirán.—¿Están todavía alerta?—Son ustedes los que tienen los juegos informáticos que juegan con las mentes de las personas. Díganmelo ustedes.—Nosotros sabemos lo que sabemos. Queremos saber lo que tú sabes.—Son soldados muy buenos, mayor Anderson, Estoy seguro que tienen límites, pero todavía no hemos llegado a ellos. Algunos de los más nuevos tienen problemas porque nunca llegaron a dominar algunas técnicas básicas, pero están trabajando duro y mejorando. Qué quiere que diga,¿que necesitan un descanso? Claro que necesitan descansar. Necesitan un par de semanas de descanso. Sus estudios van de mal en peor, ninguno de nosotros lo está haciendo bien en las clases. Pero eso ya lo saben ustedes, y aparentemente no les importa, así que, ¿por qué me habría de importar a mí?Graff y Anderson se miraron.—Ender, ¿por qué estudias los vídeos de las guerras insectoras?—Para aprender estrategia, naturalmente.—Esos vídeos fueron hechos con objetivos propagandísticos. Todas nuestras estrategias han sido suprimidas.—Lo sé.Graff y Anderson se miraron de nuevo. Graff tabaleó en la mesa.—Ya no juegas al Juego de Fantasía —le dijo. Ender no respondió.—Dime por qué no juegas.—Porque gané.—Nunca se gana todo en ese juego. Siempre hay más.—Lo gané todo.—Ender, queremos ayudarte a ser lo más feliz posible, pero si tú...—Ustedes quieren hacer de mí el mejor soldado posible. Vayan abajo y miren las clasificaciones. Miren las clasificaciones de todos los tiempos. Hasta ahora están haciendo conmigo un trabajo excelente. Felicidades. Ahora bien, ¿cuándo me van a enfrentar a una escuadra buena?Los labios inexpresivos de Graff esbozaron una sonrisa, y una carcajada contenida le hizo temblar un poco.Anderson alargó una nota a Ender.—Ahora —dijo.
BONZO MADRID,ESCUADRA SALAMANDRA, 12.00